Del 8 de octubre al 6 de noviembre de 2008 se celebra en 11 espacios de Madrid la cuarta edición de la Muestra de Arte Sonoro e Interactivo coordinada por IN-SONORA. 16 instalaciones, 17 piezas experimentales en directo, además de vídeos y piezas de escucha, con la novedad de incorporar 4 talleres monográficos de inscripción gratuita.

prólogo
El sonido sí ocupa lugar

Cuando algunos melómanos, allá por los últimos años del siglo XIX, se rascaron la cabeza ante habitaciones enteras llenas de cilindros de cera, la idea empezó a resonar entre sus orejas… Pero los murmullos sobre el tema no llegarían hasta unos años más tarde, junto con aquellos soportes circulares, primero de pizarra, mucho después de vinilo, y finalmente de un policarbonato cuyo tacto aún recordarán los nostálgicos del CD… Para entonces ya era un secreto a voces: el sonido ocupaba un espacio, y éste cada vez era mayor.

Incluso los otros discos, que no tardarían en llegar, y que al principio se ocultaron en el interior de nuestros ordenadores (para después mostrarse casi desnudos —sólo cubiertos por una carcasa, apenas perforada para dar cabida a la clavija USB—), fueron ocupando, poco a poco, nuestros escritorios, nuestras estanterías, las mesillas de noche (se dice que pronto llegarán al fregadero…).

Las promesas de la era de la información se revelaron falsas: los ceros y los unos seguían acumulándose, agotando nuestro espacio, y dejando tras de sí millones de Diógenes digitales, que continuaban almacenando gigas y más gigas de sonidos —descargados de unos vertederos a otros— mientras se multiplicaba el espacio conquistado por el audio.

El problema se agravó notablemente cuando los auditorios y las demás salas de concierto ya no pudieron contener por más tiempo el sonido, que hasta entonces habían retenido entre sus paredes prácticamente en régimen de monopolio, al menos desde que se empezaron a agrietar los muros de los conservatorios (ya no queda nadie vivo que recuerde exactamente cuándo se produjo este fenómeno). Los sonidos circulaban ya por las calles, y se habían empezado a filtrar, incluso, en el interior de galerías de arte y de centros en los que, hasta entonces, sólo se había retratado el sonido con pinturas y fotografías.

El sonido, al modo de una sustancia gaseosa, parecía ocupar todo el espacio disponible. Muchos, admitiendo la situación, decidían inyectárselo ellos mismos, a través de auriculares, directamente en la cabeza… La gente terminó por tolerar que esto se hiciese incluso en la vía pública. Algunos intentaban escapar, refugiándose en sus casas. Pero tampoco allí resultaba posible: Internet rebosaba de sonidos, y las viejas radios no dejaban de funcionar… Los antiguos músicos ya no eran los únicos en contribuir a la proliferación acústica; también poetas, escultores, electricistas y algún carpintero abandonaron sus trabajos y se dedicaron a aumentar el nivel general de ruido.

Se dice que en los próximos años el sonido aparecerá aún en lugares imprevistos, que todavía falta por llegar mucho más desde el extranjero (algunos comentan que de Iberoamérica, en particular, está por venir algo grande). Dicen que en Internet aún queda espacio para mucho más, y que en la Wikipedia no hay ni un ápice de lo que habrá en los próximos meses (también se rumorea que pronto la radio incrementará la intensidad de sus emisiones). Probablemente quede poco para que los más niños se unan a los más viejos, y a los que quedan en medio, en su huida ante esta expansión del sonido. Como sucede casi siempre, otras generaciones se unirán entre sí (secretamente, al principio) para celebrar esto mismo. Al final, los que no se conocían, porque pensaban que cada uno había estado huyendo de cosas distintas, coincidirán en IN-SONORA.

Miguel Álvarez-Fernández
musicólogo y artista sonoro

Agosto, 2008.